Cuando ellas quieren ser complacientes, que se prepare el excitado; pero cuando no, y se ven acosadas, ponen en práctica tres curiosas defensas. El caso es relacionado con la vida sexual de los anuros, la especie de anfibios a la que pertenecen ranas y sapos.
El comportamiento está revelado en el portal web The Royal Society Publishing, que tiene entre sus normas abrirles espacios a investigaciones, previa aplicación de filtros para garantizarle al lector contenido serio y de calidad, que son desechadas en otros medios.
Hace poco, la Redacción Ambiente del periódico El Espectador publicó un resumen de la publicación del portal señalado, el cual me llamó la atención y se los comparto para que se aparten un poco de tanta información truculenta con la que ‘inundan’ los medios informativos sus ediciones, se relajen y aumenten el conocimiento.
Aunque el periódico no da los nombres de los autores de la investigación, hecha en el 2019, se los revelo, Carolina Dittrich, doctora y primera autora del estudio y parte del Museo de Historia Natural de Berlín; y Mark-Oliver Rödel, también doctor, investigador de Museum für Naturkunde – Instituto Leibniz para la Investigación sobre la Evolución y la Biodiversidad. Aquí está:
“Las ranas macho no son muy selectivas a la hora de aparearse. De hecho, en las temporadas de reproducción explosiva, características de algunos grupos de especies, estos animales se buscan aparearse con tal ansia que suelen confundirse entre machos y hembras.
La reproducción explosiva también se conoce como estacional y consiste, básicamente, en un período corto de días a unas pocas semanas, entre el apareamiento y el nacimiento de los nuevos individuos. Esto se da como una consecuencia evolutiva en los anfibios como ranas y sapos, pues buscan reproducirse en el momento en el que puedan garantizar una mayor tasa de supervivencia para su descendencia.
Las especies con este tipo de reproducción, sin embargo, también presentan unas bajas tasas de éxito y un alto riesgo de mortalidad. La culpa, de alguna manera, la tienen los machos.
Cuando llega la época de apareamiento, los machos se reúnen en pequeños pozos, o charcos de agua, que se generan por las lluvias. El lugar es adecuado por la humedad. Allí empiezan a atraer a las hembras con cantos.
El problema es que cuando llega una hembra pueden tirarse, sobre esta, hasta seis machos buscando aparearse, en algo que se conoce como ‘bola de apareamiento’. En medio de estos desenfrenados encuentros, la hembra puede morir ahogada.
Tácticas evasivas
El artículo publicado en la revista científica The Royal Society encontró, por medio de una serie de experimentos, el que sería un mecanismo de defensa de las hembras ante estos comportamientos de los machos.
Los investigadores, después de grabar a las hembras junto a machos en escenarios aptos para aparearse, encontraron que las ranas llegan a simular su muerte para evadir el acto sexual.
Este es un comportamiento que se ha registrado en otros animales, y en anfibios, para evadir a sus depredadores. Al fingir su muerte, los cazadores pierden el interés en la presa y se van. Una lógica similar opera con los machos de su misma especie.
Otro mecanismo que identificaron es el uso de un canto. Dentro de los múltiples sonidos que emiten las ranas, hay uno en particular que hacen los machos para alertar a otro macho cuando los confunden con una hembra en el apareamiento. Las hembras habrían aprendido a simular este sonido para ahuyentarlos”.
Y el tercer método, que no lo incluye el periódico, es que la rana hembra “comienza a girar alrededor del eje de su propio cuerpo cuando es atacada por un macho, mientras el macho intenta contrarrestar la rotación con sus patas traseras”, buscando escapatoria.
Para cerrar un breve comentario de mi cosecha. Lo que a uno le queda claro, cada vez que tiene la oportunidad de leer artículos sobre las relaciones sexuales en todo ser viviente, es que, sin duda, el comportamiento algo trae de diferente en cada uno, quizás como antídoto para la rutina. Hasta el próximo artículo, disfruten este.
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