Por: Tatiana Brugés Obregón
Aunque, ciertamente, hombres y mujeres tienen diferencias, hay algo claro. El placer que sienten ambos es similar y comparten zonas excitables que varían de acuerdo con los gustos, el grado de confianza, la disposición y el estado de relajación.
Antes de hacer un recorrido #sinrecato por el cuerpo, es importante tener en cuenta una clasificación de las zonas erógenas: Primarias: En hombres y mujeres están en los genitales donde hay la mayor cantidad de terminaciones nerviosas. Secundarias: Al tocarse activan las primarias, potenciando el placer; y las Potenciales: son partes del cuerpo que, aparentemente, no son excitantes, pero al ser estimuladas despiertan las zonas primarias.
En el norte del cuerpo está el cabello, que entre más largo y sedoso resulta un perfecto fetiche para empezar la faena. Un masaje en el cuero cabelludo con los dedos, provoca chispas y corrientazos.
Los ojos, aunque silenciosos, se deleitan observando cada detalle y gesto provocado; en las orejas, justo en los lóbulos y en la parte detrás, la húmeda lengua estimula esta zona como también lo puede hacer susurrando todo lo que tienes en mente hacer; la nariz tiene un papel importante porque hay olores que te conectan inmediatamente y estimulan el momento.
Un estudio realizado en 1.995 por el zoólogo Claus Wedekind, de la Universidad de Lausana en Suiza, conocido como ‘de las camisetas sudadas’, demostró que la capacidad olfativa es mayor en las mujeres.
Wedekind les pidió a 49 mujeres que olieran las camisetas de 44 hombres, las cuales usaron por dos días seguidos. Luego las camisetas se guardaron en cajas, junto con otras nuevas sin sudor de ningún tipo. Las mujeres prefirieron las camisetas sudadas. Las mujeres contaron que algunos de los olores les recordaban antiguos novios mientras que los hombres con sistemas inmunes similares les recordaban a miembros de su familia, hermanos o padres.
En la boca desembocan la lengua y los dientes conformando un trio perfecto que conjuga las acciones de lamer, morder y besar.
En el macizo del cuello, nuca, hombros y espalda pueden estimularse con un masaje ya bien sea usando un aceite caliente o un cubito de hielo.
Bajando por las ‘montañas de los senos’ y en especial de los pezones de las mujeres más que los hombres, está zona si se sabe estimular puede provocar orgasmos espectaculares. El vientre y el ombligo se estimulan con suaves masajes de los dedos, la lengua o los labios.
En el sur se destaca una zona secundaria, como es la parte interna de los muslos, por su cercanía a la zona genital.
El recorrido por las zonas erógenas secundarias desemboca en la zona primaria, donde está el pene, la vagina y el clítoris, el protagonista del placer femenino.
Continuando con la zona secundaria, están los testículos que son altamente sensibles y muchas veces olvidados por el protagonismo del pene. Muy cerca está el perineo, las nalgas y el ano, áreas muy sensibles.
El recorrido puede finalizar acariciando las rodillas y su parte interna o los dedos de los pies. En conclusión, todo el cuerpo es una zona erógena dispuesta a ser explorada profundamente.
La psicóloga y master en sexología, la española Mónica Leiva explica que la sensibilidad de las zonas del cuerpo tiene dos partes: una innata y otra adquirida. De acuerdo con estudios, el primer contacto con la madre durante la infancia desarrolla las percepciones sensoriales del niño. A mayor contacto, mayor receptividad.
El consejo #sinrecato es que de manera individual y en pareja deben reconocerse las zonas erógenas y entender que para disfrutar el momento es clave estar completamente relajados y receptivos porque la caricia puede resultar incómoda o dolorosa.
No Comments