Una actitud con la que nunca he comulgado es el pesimismo. Si bien nos ‘ronda y ataca’ cuando así lo considera, el desafío es mantenerlo a raya: sin embargo, cuando este es convertido en una costumbre permanente, crónica, me atrevo a recomendar la búsqueda urgente de asistencia psicológica y psiquiátrica.
¡Ojo!, dejo claro que con lo anterior no estoy afirmando que al afectado le esté ‘faltando una tuerca’, sino que, aplicando la lógica elemental, reto a levantar la mano a quien no le fastidie escuchar con frecuencia una de las tantas expresiones que identifican al pesimista: “¡Para qué, si eso va a salir mal!”, sin siquiera haber hecho el intento.
El tema lo traigo a colación por sugerencia de una ciberlectora que me comentó que ha tratado de reestablecerle el ánimo de lucha a una de sus amigas, pero que está a punto de ‘tirar la toalla’ porque no ve progreso en ella, y lo que más le preocupa es que por ese comportamiento otras amistades se le han ido alejando.
De acuerdo con investigaciones, las conductas de los pesimistas pueden ser origen genético, de la educación recibida en las primeras etapas, del entorno de crianza y de experiencias vividas que se quedan fijas, es decir no se olvidan o no han podido ser superadas.
Expertos han llegado a clasificar a los pesimistas en éticos que ponen en duda siempre la moral absoluta; los metafísicos que no le ven sentido a la vida; y los culturales que ven por todos lados influencias negativas en los patrones de la cultura de la sociedad.
A propósito sobre el pesimismo encontré un artículo en el portal web académico Estudyando, ‘Tipos de pesimismo, ejemplo y críticas’ escrito por Rodrigo Ricardo, el cual parte de la premisa de que es una mentalidad, actitud o perspectiva caracterizada por una visión negativa de la vida, los acontecimientos o el futuro.
“Un pesimista es un individuo que, habitualmente, espera lo peor y tiende a centrarse en los aspectos negativos de las situaciones que conducen a una falta de esperanza u optimismo, que es una mentalidad, actitud o perspectiva caracterizada por visiones positivas de la vida, los acontecimientos o el futuro. Una persona pesimista es lo opuesto a una persona optimista”, precisa el articulista.
Agrega que “las personas con actitudes pesimistas, generalmente, ven el mundo a través de una lente de escepticismo y cautela. Los individuos pesimistas tienden a anticipar fracasos, decepciones o resultados desfavorables en diversos aspectos de la vida, como las relaciones, el trabajo o las metas personales. Además, los pesimistas pueden creer que es más probable que sucedan cosas malas que buenas y pueden tender a insistir en experiencias negativas pasadas”.
No obstante, Ricardo expone una interesante consideración desde el punto de la psicología y es que “las actitudes pesimistas son importantes para comprender la salud mental y el bienestar. Por ejemplo, los psicólogos la han asociado con la melancolía, una tendencia hacia la tristeza y las emociones negativas sin apenas entender la causa. El pesimismo puede contribuir a sentimientos de desesperanza e impotencia, que son características de la melancolía o los estados depresivos, exacerbando los síntomas depresivos y contribuyendo a una espiral descendente de pensamientos y emociones negativos”.
De igual manera, desde el punto de la psicología existe el concepto ‘realismo pesimista’, “que sugiere que los individuos pesimistas tienen una percepción más precisa de la realidad, aunque con un sesgo negativo, y que estos individuos ven el mundo como realmente es, reconociendo la presencia de riesgos potenciales, amenazas. y resultados negativos”.
En contraste con lo anterior, la psicología acepta que los optimistas tienen un sesgo positivo, ven el mundo a través de lentes color de rosa y subestiman los riesgos potenciales. “El realismo pesimista reconoce las limitaciones de la percepción y la cognición humanas y reconoce que las amenazas y desafíos genuinos en el mundo deben tomarse en serio”, subraya.
Más adelante el articulo comparte ejemplos de pesimismo como el de personas que son impactadas por una tragedia que los marca y cuando viven situaciones adversas ‘prevén’ lo que sigue continuación, incluso con consecuencias más devastadoras como el aumento de la ansiedad, percepción distorsionada de la realidad, pensamiento negativo y dificultad para la resolución eficaz de problemas.
“La impotencia aprendida es otro ejemplo de pesimismo que se refiere a un fenómeno conductual y cognitivo. Este fenómeno ocurre cuando los individuos se sienten impotentes para controlar o cambiar sus circunstancias, incluso cuando existen oportunidades de cambio. Las personas pesimistas que desarrollan una sensación de impotencia aprendida pueden creer que sus esfuerzos serán infructuosos y que no tienen control sobre sus vidas, lo que los lleva a una falta de motivación, una menor resiliencia y una aceptación pasiva de las situaciones negativas”.
En conclusión del articulista, un pesimista, generalmente, tiene una visión desesperada del futuro y a menudo experimenta emociones negativas. En el lado opuesto del espectro, una persona optimista ve el mundo de manera positiva y, en general, está entusiasmada con el futuro y experimenta emociones positivas.
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