Entras a la ducha y al ritmo y sonoridad
de cada gota de agua va tu voz cantando
el amanecer que se reverencia a tus pies.
Cantas fuerte, renovando tus lágrimas y
tu risa. Sigues cantando debajo de la ducha,
sientes ligero el pasado. Y te sorprende
él —tu hoy— entrando contigo a
ese concierto donde agua y tu voz se
acoplan como lo hace él con tu cuerpo,
con tu vida. Entonces, deja de ser ligero
el pasado, sencillamente quedó más allá
de tu sombra en un camino intransitable.
Él te dice —Nos vemos luego, amor —.
Y extasiada regresas a la cama, abres un
libro que yacía guardado en tu biblioteca,
lo hueles y sabes que el tiempo tiene olor;
en esta mañana huele a páginas desteñidas,
a polvo sin memoria, a historia en
pretérito perfecto simple; sí, absoluto y
concluido ayer.
Sorbo a sorbo vas tomando un café de
sabor intenso, con algo de canela y ralladura
de jengibre, y tu estado empieza a
llenarse de euforia. El día se ve más brillante
desde que él, el café y la ducha, te
dieron la bienvenida a otro día en modo
POESÍA.
Y dejas de lado el libro, la taza, te pones
los lentes, abres la libreta de apuntes, y
otra vida empieza a fluir en tus versos,
con vino madurado y reservado en tu
boca, hasta su regreso.
¡Ah, DinaLú!, brindo por tu día y tus
Venideros días de poesía.
Poeta invitada: Dina Luz Pardo Olaya
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