De acuerdo con las cifras recopiladas por el Colegio Nacional de Notarios, en el primer trimestre del 2023, en Colombia, se han separado 2.133 parejas, lo que quiere decir que, en promedio, 28 parejas se divorcian cada día y una cada hora.
Y aunque el divorcio suele verse como una decisión dolorosa y estigmatizante, en un país muy, muy lejano, llamado Mauritania, al noroeste de África no solo se ha convertido en una situación muy normal, sino que es motivo de celebración.
Esta celebración surge de esta cultura con tendencias matriarcales, en donde el divorcio es frecuente por lo que no es nada raro que algunos (as) se hayan casado 5, 10 y hasta 20 veces.
Y aunque la intención no es la de casarse para divorciarse inmediatamente, la cuestión es que cuando lo hacen es más fácil continuar con sus vidas a diferencia de otras culturas. Eso sí, este nuevo comienzo se celebra con una gran fiesta en la que se anuncia el nuevo estatus de mujer divorciada.
Nejwa El Kettab, socióloga mauritana, quien estudia la sociedad femenina de su país, explica cómo surge esta costumbre: “La comunidad maure les heredó fuertes tendencias matriarcales a sus antepasados bereberes, y pese a que el 100 por ciento de la población profesa el islam, las mujeres en Mauritania son bastantes libres para divorciarse, ya que incluso esto las califica como experimentadas y, por lo tanto, deseables”.
En algunas circunstancias, en Mauritania permiten que las mujeres inicien el divorcio legalmente, no solo verbalmente. Por otro lado, algunos hombres también lo hacen, pero prevalece la insistencia de las mujeres por lo general.
Con respecto a la custodia de los hijos, luego del divorcio, las mujeres tienen prioridad sobre los hombres. Sin embargo, aunque legalmente se establece que los hombres son responsables de pagar la manutención de sus hijos apenas se hace cumplir la ley, es habitual que sean las mujeres quienes sostengan, económicamente, a sus hijos.
Algunas mujeres mauritanas cuentan que al finalizar su relación pudieron cumplir sus metas. Como Salka Bilale, quien celebra la soltería de su hija Iselekhe Jeilaniy, pero le tocó pasar por muchas dificultades.
Bilale se enteró que su esposo la engañaba y, ante esto, se negó a regresar con él y de inmediato dejó de darle dinero para la manutención de sus cinco hijos. Pero ella no se dejó amilanar por la situación y abrió una tienda con la que pudo no solo mantener a sus hijos, sino que también le permitió continuar con sus estudios farmacéuticos.
Hoy sus aspiraciones van más allá, quiere convertirse en la primera mujer diputada de Uadane, una ciudad en ruinas con 900 años de antigüedad, situada en lo alto de una colina, con casas de piedras.
Así como Salka, otras mujeres han expresado que luego de su divorcio se sienten libres como nunca antes lo imaginaron. Una de las razones por las que muchas mujeres no continúan con sus matrimonios, se debe a la práctica antigua en la que los padres eligen al futuro esposo, sin el consentimiento de la prometida y sin que esta lo conozca.
Es muy común que los padres casen a sus hijas cuando son jóvenes, en su mayoría lo hacen antes de cumplir los 18 años y les niegan la posibilidad de elegir no solo a su pareja sino su futuro.
Elhadj Ould Brahim, profesor de antropología cultural de la Universidad de Nuakchot, dice: “Hay tanta poesía sobre la seducción de las mujeres divorciadas en Mauritania que contrasta drásticamente con el mundo musulmán, incluso sus vecinos más cercanos como Marruecos, donde el estigma social es tan fuerte que estar divorciada es la muerte para una mujer”.
Esta celebración está llena de rituales que comienzan cuando la recién divorciada elige los dibujos que especialistas en ‘henna’ trazarán sobre sus manos para adornarse, al igual que la túnica y el maquillaje que usa. Los gastos de las fiestas se solventan vendiendo ropas y muebles en el mercado de las divorciadas.
La fiesta está ambientada entre tambores y aplausos de las invitadas, mientras comen dátiles, carne de camello, cebollas con pan y bolas de arroz. Y aunque es una celebración ancestral hoy en día tiene toques de modernidad; como cuando la recién divorciada se toma selfies con sus amigas y su pastel y, paradójicamente, le cantan al amor.
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