Vuelve al escenario colombiano un viejo tema relacionado con parejas que buscan tener hijos. En otras latitudes mundiales, prácticamente, el debate se acabó pero aquí continúa por el apego a lo tradicional, a lo que se suma una débil legislación al respecto, según analistas.
Redacción #sinrecato
Un interesante artículo periodístico, a propósito del alquiler de úteros, aborda el médico y editor de Salud del periódico El Tiempo, Carlos F. Fernández, en el que expone diversos ángulos sobre el polémico tema, removido por la reciente publicación del nacimiento del segundo hijo del reconocido futbolista colombiano James Rodríguez.
‘Los úteros de alquiler, un debate a medio gestar en el país’, titula el médico en relación con la controversia desatada desde lo farandulero, lo científico y lo jurídico. Dada la importancia sinrecato.com hace un resumen.
Aunque desde el 2009, la Corte Constitucional establece jurisprudencia al respeto, a través de la sentencia T68, Fernández asegura, con base en consultas previas, que hay mucha tela por cortar.
Parte por explicar el alquiler de útero “es una forma de reproducción asistida en la cual se contrata una mujer para que geste dentro de su útero un hijo producto de la fecundación externa de un óvulo con un espermatozoide ajeno”.
Agrega que en esencia busca favorecer a parejas con incapacidad para lograr un embarazo de manera natural y que recurren a técnicas como la fecundación in vitro o la inseminación artificial.
La sentencia de la
Corte le fija a la pareja dueña del embrión, según el artículo, “el derecho de
reconocer como hijo suyo al producto del embarazo, a la vez que se le fijaron
obligaciones permanentes sobre el menor. A la mujer que llevó el embarazo se le
protegió a través de un contrato amplio, incluso hasta tres meses después del
nacimiento”.
De igual manera “se fijaron condiciones para este tipo de acuerdos, como la
demostración absoluta de la pareja dueña del óvulo y del espermatozoide de que
tienen dificultades insalvables para lograr un embarazo, mientras que la mujer
que presta el útero debe demostrar plena salud física y mental, ser mayor de
edad, no tener hijos propios y garantizar que su interés no va más allá del fin
altruista”.
Voces de analistas
En consulta hecha al abogado Miguel Ángel Fernández, él jurista sostiene que “la maternidad subrogada no es ilegal en el país, pero se encuentra en un extraño limbo jurídico por carecer de una legislación firme, que defina el marco y las reglas”.
Otra de las consultadas fue a la psiquiatra Olga Albornoz quien considera que la práctica es una oportunidad para las personas que presentan limitaciones orgánicas o funcionales para ser padres y que puede verse como un acto altruista, pero la cuestiona cuando es por moda y no por limitaciones para no tener hijos.
También opinó la psicóloga Sandra Herrera indicando el “desconocimiento que se tiene sobre las relaciones biológicas que existen entre las madres gestantes y el producto que crece en su útero. Pensar que un niño en estas condiciones tiene características exclusivas provenientes del espermatozoide y del óvulo es un gran error porque todos los componentes que permiten el desarrollo del nuevo ser provienen de un cuerpo que para nada es extraño”, lo que se denomina epigenética.
Más adelante expone su punto de vista la antropóloga Edith Rincón quien manifiesta en que “las evidentes diferencias de clase que existen entre los padres biológicos y la madre sustituta configuran una absurda dependencia, esencialmente económica, que vulnera parte de la dignidad humana”.
Igualmente se recogen reacciones de personas que han recurrido al alquiler de úteros para tener hijos, que coinciden en señalar que son cambios a los que deben adaptarse las sociedades.
Se cita lo
expresado por la comunicadora social Marcela Valencia: “Lo que han dado a conocer algunos
futbolistas y ciertos artistas no debe verse como algo raro, sino más bien como
que por un hijo son capaces de hacer cualquier cosa y hasta de pagar sumas
elevadas, algo exótico en un mundo en el que los embarazos no
deseados y el abandono infantil aumentan”.
Y
casi al final del artículo habla Cecilia Galvis, una ingeniera y declarada gay,
quien ve la práctica como benéfica. “Si así puedo tener un hijo que la ley me
ampare, no veo por qué no”, concluye.
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