Cada 10 de octubre, a partir de 1992, es celebrado el Día Mundial de la Salud Mental que tiene como fin motivar los países, en especial, a la adopción de políticas públicas que conlleven a un bienestar social integral, a partir de la detección de falencias en la convivencia de las comunidades.
La iniciativa la impulsa la Federación Mundial para la Salud Mental, con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud. El año pasado el tema giró en torno al derecho que tenemos todos a una sana salud mental; y para este está dirigido a la salud mental en el trabajo.
En ese sentido la OMS tiene buen material que da una visión de cómo está el panorama desde ese punto de vista y teniendo en cuenta que el 60 % de las personas del mundo labora. Inicialmente, solo voy a compartirles unos datos y cifras, pero sí les dejo completo el mensaje que lanza la entidad a todos en general.
Sostiene la OMS que el trabajo decente es bueno para la salud mental. “Los entornos laborales deficientes que, por ejemplo, dan cabida a la discriminación y la desigualdad, las cargas de trabajo excesivas, el control insuficiente del trabajo y la inseguridad laboral, representan un riesgo para la salud mental”.
En materia de estadísticas, la OMS destaca que en 2019 se estimó que el 15% de los adultos en edad de trabajar tenía un trastorno mental. “A nivel mundial, se estima que cada año se pierden 12.000 millones de días de trabajo debido a la depresión y la ansiedad, a un costo de US$ 1 billón por año en pérdida de productividad”.
De allí que la organización lance el siguiente mensaje a manera de insumo para la estructuración de políticas públicas ejecutables, ojalá con urgencia:
La salud mental y el trabajo están íntimamente relacionados. Las condiciones de trabajo favorables pueden hacer que mejore la salud mental, ya que ofrecen objetivos y estabilidad. En cambio, las condiciones laborales deficientes perjudican el bienestar mental, al reducir la satisfacción laboral y la productividad.
Los trabajadores están expuestos a riesgos para su salud mental. Los trabajadores están expuestos a diversos riesgos para su salud mental, como la discriminación, las condiciones laborales deficientes o la falta de autonomía. La inseguridad laboral y los salarios bajos también aumentan los riesgos psicosociales debido a la falta de medidas de protección adecuadas.
Consecuencias para la persona. Si no se abordan, los problemas de salud mental pueden minar la autoestima, reducir la satisfacción en el trabajo y limitar la capacidad laboral. Pero estos problemas no solo impactan a la persona afectada, sino también a su familia y a sus cuidadores.
Repercusiones más amplias en el trabajo y la sociedad. Los problemas de salud mental reducen el rendimiento, aumentan el absentismo (incumplimiento de la jornada laboral) y propician la rotación del personal.
La estigmatización crea barreras al empleo. La estigmatización y la discriminación pueden disuadir a las personas con problemas de salud mental de buscar ayuda o conservar su empleo. Los empleadores pueden reducir estas barreras mediante la formación, la sensibilización y el trabajo con personas que han experimentado problemas de salud mental.
Ayudar a los trabajadores a desarrollar su potencial. Los empleadores deben hacer ajustes adecuados en el lugar de trabajo para las personas con problemas de salud mental a fin de mantener su productividad y motivación; por ejemplo, ofreciéndoles horarios flexibles, organizando regularmente reuniones de apoyo y facilitándoles un lugar para almacenar la medicación.
Formar a los directivos para promover la salud mental. Los empleadores deben formar a los directivos para que reconozcan y gestionen los factores de estrés en el trabajo, de modo que puedan ayudar eficazmente a sus equipos y crear un ambiente laboral más solidario y saludable.
Las autoridades públicas deben actuar y cooperar. Las autoridades públicas, los empleadores y las organizaciones profesionales representativas deben cooperar para formular políticas que prevengan los riesgos para la salud mental, promuevan el bienestar y creen entornos de trabajo favorables que prioricen la salud mental.
Cuidar de la propia salud mental. Aunque las autoridades públicas y los empleadores son los principales responsables de preservar y promover la salud mental en el trabajo, todos podemos actuar para promover nuestro propio bienestar. Con ese fin, se pueden aprender técnicas para gestionar el estrés, vigilar la propia salud mental y, si es necesario, pedir ayuda a amigos, familiares, compañeros de trabajo o profesionales de la salud de confianza.
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