Las dos últimas columnas de la especialista en temas sobre la sexualidad y habitual colabora del periódico EL TIEMPO, Esther Balac (*), ha estado a tono con la incidencia del coronavirus en las relaciones sexuales.
Dada la trascendencia del tema, sinrecato.com reproduce a continuación las reflexiones de la afamada Esther:
‘Orgasmos y defensas en tiempos de coronavirus’
En tiempos del nuevo coronavirus circula una información que invita a subirse al catre y a tener orgasmos como herramientas para mejorar las defensas y prevenir la invasión de este nuevo germen.
Más allá de lo curiosa que pueda parecer esta
aseveración –que, dicho sea de paso, ha sido considerada falsa–, lo cierto es
que algo de razón sí tiene.
Todo en virtud de que las
relaciones sexuales genuinas fortalecen el sistema inmunológico y forman una
red entre células, tejidos y sustancias que a manera de batallones
se alinean para contrarrestar el ingreso no solo de virus sino también de
bacterias y hongos.
Varios estudios lo confirman. Para la muestra, uno reciente de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos demostró que aquellas personas con polvos frecuentes tienen estos sistemas de ataque mucho más organizados y alertas en comparación con aquellas que se enfrentan a sequías sobre la cama.
Otra investigación de la Universidad de Barreen, en Estados Unidos, cuantificó esto al punto de encontrar que quienes se meten bajo las sábanas al menos dos veces por semana elevan en un 30 por ciento los niveles de inmunoglobulina A, uno de los anticuerpos que protagonizan el enfrentamiento contra los gérmenes que llegan al cuerpo.
Por otro lado, no se cuestiona la evidencia de que los orgasmos elevan la oxitocina y las endorfinas, que, mezcladas, disminuyen el estrés, tanto que son consideradas las hormonas de la felicidad porque proyectan un estado de bienestar y plenitud que, según se sabe, también actúa en la misma dirección que la inmunoglobulina.
Sin embargo, aquí hay un pero, porque un factor que se ha relacionado con las mejoras de las defensas durante el aquello es el intercambio de fluidos, que al traer diferentes antígenos al cuerpo hacen que este trabajo produzca más inmunoglobulina A. Lo que en caso de síntomas del coronavirus podría resultar contraproducente.
De ahí que hay que aclarar las cosas y decir que los orgasmos sí elevan las defensas, pero no de un momento a otro. Se requiere que estos sean frecuentes y mantenidos en el tiempo para que el efecto protector sea real.
Así que si sus polvos han sido escasos durante los últimos tres meses, lo más seguro es que en este momento, con respecto a sus beneficios, sean prácticamente nulos, lo que ni impide que sea la mejor invitación para aumentar la frecuencia para que la próxima epidemia lo coja fortalecido. Hasta luego.
‘Sexo y coronavirus’
Si bien el nuevo coronavirus –ese que apareció en China y atemoriza al mundo– no se transmite por vía sexual, la cama se puede convertir en un escenario propicio para que una persona con síntomas contagie a otra.
Y no se trata de ninguna manera, de otorgarle a este novel patógeno propiedades que no tiene, sino que dado el contacto íntimo y el cruce de fluidos –de todo tipo– que ocurre durante el aquello, la posibilidad de que el catre sea multiplicador del nuevo mal es una verdad sabida.
Lo anterior en razón a que si alguno de los protagonistas de una faena amatoria tiene síntomas como tos, estornudos o moqueadera, siendo las gotas contenidas en estos el vehículo transmisor del tal coronavirus, se puede decir sin lugar a equivocación que el otro participante –o participantes, ¿por qué no?– sufrirán un contagio casi que seguro.
Claro es que de esta forma se transmiten todos los virus respiratorios, pero también es cierto que muchas personas no se paran en reparos, aun padeciendo estos males a la hora de meterse bajo las sábanas.
Basta ver, por ejemplo, el comportamiento de las parejas establecidas, que no separan catre y mucho menos cuarto, cuando las gripas hacen su aparición.
Pero frente a la amenaza latente, las cosas son a otro precio y la prevención para evitar la dispersión de estos agentes infecciosos debe ser extrema e ineludible. Y aquí no hay atenuantes: en presencia de síntomas gripales, el polvo debe aplazarse. Así de sencillo.
Y no es fundamentalismo, sino una medida elemental de higiene y salud, de protección mutua y hasta de mera comodidad, porque nada más aburrido que poner a funcionar la planta baja mientras la de arriba está afectada, así sea de forma leve.
Insisto, no se trata, en modo alguno, de limitar la sexualidad a nadie, pero la prudencia exige, en los actuales momentos –a la hora de ir a la cama–, medidas que van más allá de un mero lavado de manos. Hasta luego.
Tomado de (*) ESTHER BALAC/Para EL TIEMPO
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