Por: Tatiana Brugés Obregón
Cuando Cecilia tenía 20 años se enteró que el amor de su vida estaba con otra. Sintió que su vida no tenía sentido, no tenía ganas de vivir.
Con los días fue pasando ‘el guayabo’ por la pérdida de su amor. Y aunque Pablo la buscó, en varias ocasiones, para decirle que todo era un malentendido, ella prefirió no escucharlo y continuar con su vida.
Empezó un nuevo trabajo y su economía mejoró considerablemente. Se olvidó del amor y se dedicó a ahorrar para tener su propia casa.
Actualmente tiene dos y un negocio propio, todo sin ayuda de ningún hombre, como ella misma afirma.
Hoy a sus 69 años, se define como una mujer soltera y alegre. No volvió a enamorarse, ni tuvo hijos, pero expresa con orgullo: “Mis sobrinos son mis hijos” .El amor en ella no tuvo más espacio.
Esta historia es real y se repite en hombres y mujeres que por un amor que acaba, o que se frustra, sienten que la vida no tiene sentido o que ya no son merecedores de tener una nueva pareja.
Expertos en esta temática aseguran que las creencias hacen que tú cabeza, tú vida, se llene de ideas equivocadas o interrogantes como: ‘¿Qué dirá mi familia o los demás?’; ‘No quiero sufrir más, no nací para amar’; ‘El amor verdadero solo pasa en los cuentos de hadas’.
Las respuestas a estos interrogantes y a todos los que surjan, están en tí. Cuando asumes sentimientos como la pena, el dolor, la frustración y la negación, terminas haciéndole daño a la persona más importante del mundo: Tú.
Con ello, no quiero decirte que la felicidad se consigue viviendo en pareja; bien podrías estar sola y ser feliz, porque haces lo que quieres y vives como quieres. Solo basta en sentir amor propio para que los demás también ‘me amen y me respeten tal y como soy’.
La autoestima es estimarse a sí mismo. Por ello no puede depender de un trabajo, de tu aspecto físico o de tu pareja. Ella depende, exclusivamente, de tí, por lo tanto, no debes juzgarte tan fuerte.
Es válido equivocarse, cometer errores. A veces, la persona quiere que la vean fuerte y perfecta, que no la juzguen y resulta que el más grande juez es la misma conciencia.
Hay momentos de mucha angustia guardada o mucho dolor reprimido y el simple hecho de compartirlo con alguien de confianza, un amigo o un familiar, conlleva a sentir mejor. Se alivia la carga. Es más, el escuchar lo que sienten otros, facilita ver a esa persona ver sus problemas desde otra perspectiva.
Cecilia para no sentir dolor, decidió no enamorarse y llenó su vida de excusas para estar sola y no perder en el amor.
Muchas veces se siente la necesidad de pedir ayuda, pero asusta el señalamiento y hasta el calificativo de loco.
Mi consejo #sinrecato es que no hay que temer en buscar ayuda profesional a tiempo para que tu vida tenga un nuevo rumbo.
No Comments