¡Se me antoja algo de ti!
Se me antoja saltearte y saltearte
hasta dorarte;
luego glasearte y servirle
a mi apetito voraz y encantado,
mi antojo en remojo, madurado
y sellado al calor.
Se me antoja lloverte a cántaros,
relampaguearte y estremecer
hasta tu último vello confundido
y remotamente apartado de mi vista.
Se me antoja encontrarte al dente,
en un coctel de camarones,
en unos calamares al ajillo
o tal vez en el dulce estallido
de una ola reventándose
entre mi boca y la tuya.
¡Antojos!
Dicen que el verdadero antojo
no se debe comer,
igual, no me resistí,
mi piel, mis labios, mi cérvix
y mi corazón,
se antojaron,
degustaron
y se saciaron.
Se rompió el dicho.
Hoy, hicimos historia.
Poeta invitada: Dina Luz Pardo Olaya
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