Me insinué ante ti desde antes que encendieras el fuego.
Ya habías irrigado algunos aceites sobre mi piel;
escogí una que otra especia que me perfumara
y le esparcí picante a esta parte de mí que tu fuego consumiría.
Me posé sobre ti, fuego del sábado,
el concierto de final de semana había comenzado,
nacía la simetría exacta de la cocción.
En ese término, oía la quinta sinfonía de Beethoven
mientras me fundía en tu fuego,
veía ángeles vestidos de humo
mientras hacía ondear mi pelvis
y sentía dentro de la piel
mi alma sublimándose con la tuya
mientras me desgarraba en gemidos.
Era más que mi carne, era más que tu fuego,
éramos almas como sustancias que se desprenden
de la materia para hacerse inmensurables.
Y fui viendo mi cuerpo agridulce
con el dulce de tus besos.
Toda mi piel glaseada con tus sudores;
sí, era mi piel de color avellanado
que tu fuego precisó en la finura del paladar.
Fueron más que insinuaciones sobre el fuego,
más que un concierto sobre la sartén.
Me posé sobre tu brasa nocturna,
penetré tu corazón -entonces mío y
me supe amada.
Vendrán otros sábados y otras noches.
En ese tiempo, ya estaré salpimentada, saborizada y sazonada,
justo para alojarme en ti,
¡y que suene el concierto otra vez!
Poeta invitada: Dina Luz Pardo Olaya
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