A propósito del Día de las Madres, celebrado ayer en buena parte del mundo, en el segundo domingo de mayo, les traigo pasajes históricos recogidos de medios que hacen la tarea de recordar sus orígenes, como un aporte para quienes quieren saber de todo un poco, pero también sobre la tendencia de las modernas progenitoras.
Los términos mamá y madre son definidos así: Ambos vienen del latín, el primero de mamma que significa teta o mamella, apéndice del que se alimentan los pequeños mamíferos; y el segundo de mater, que traduce matriz o materia. Investigadores, además, aseguran los dos engloban el término amor.
El diario El Comercio, de Perú, hace una reseña resumida en la que se asegura que “la celebración moderna del Día de la Madre tiene sus raíces en el movimiento feminista y pacifista del siglo XIX, el origen histórico de esta festividad se remonta a civilizaciones antiguas. En la antigua Grecia, se rendía homenaje a Rea, la madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hades, durante la festividad conocida como ‘Cybele’”.
Luego explica que, en Roma, se celebraba un festival similar dedicado a Cibeles, la diosa madre del Imperio Romano. “Estas celebraciones giraban en torno a la fertilidad y la maternidad, y se realizaban en primavera”.
Seguidamente afirma que, en la era cristiana, se introdujo el concepto de honrar a las madres. “Durante el siglo XVII, en Inglaterra, se celebraba el ‘Domingo de las Madres’, un día en el que los hijos regresaban a sus hogares y asistían a la iglesia con ellas. Esta tradición se expandió rápidamente por Europa”.
“Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando comenzaron a surgir movimientos más organizados para establecer un día especial para homenajear a las madres. En 1870, en Estados Unidos, la escritora y activista Julia Ward Howe propuso la idea de un “Día de la Madre por la Paz”, como un llamado a la paz y la reconciliación después de la Guerra Civil estadounidense. Sin embargo, esta propuesta no tuvo una amplia aceptación”.
“La activista Ann Jarvis, en la década de 1860, empezó a luchar por establecer un día dedicado a las madres. Después de la muerte de su madre, promovió la idea de crear un día en el que las madres fueran honradas y se fomentara la unidad familiar. Su hija, Anna, continuó su trabajo y en 1908 organizó el primer servicio conmemorativo del Día de la Madre en una iglesia de Virginia Occidental”.
“En su forma moderna fue, oficialmente, reconocido en Estados Unidos en 1914, cuando el presidente Woodrow Wilson proclamó el segundo domingo de mayo como el Día de la Madre. La fecha fue adoptada, rápidamente, por otros países y se convirtió en la norma internacional para la celebración de esta festividad”. Hasta aquí lo que publica El Comercio.
Modernas tendencias
De otras averiguaciones se puede interpretar que, con los años, la celebración ha tenido variaciones, incidencias e interpretaciones, primando una altísima dosis como oportunidad de negocio para sacarle provecho comercial y marcar pautas.
Incluso, de un solo día se ha pasado a que cualquiera de los de mayo es apropiado para llenar de halagos a la progenitora. Halagos que son más tendencia hacia lo material que al de afecto y reconocimiento a su abnegada entrega en el seno del hogar y la familia como era su esencia.
¿Y qué decir de la celebración en nuestro país? La fecha lidera un deshonroso lugar, de acuerdo con las autoridades, en el ranquin de la violencia, en especial la intrafamiliar; algo que es irónico cuando una madre, por generaciones, ha sido símbolo de consenso, de paz, pero por encima de todo, de amor.
El año pasado, a propósito de la fecha, Jorge Pacheco Tejada, director del Departamento de Educación de la Universidad Católica San Pablo, en Arequipa, Perú, en un texto para la reflexión, ‘Los nuevos retos de las madres modernas’, advierte que “actualmente se dice que no hay un solo ‘modelo’ de familia y que, hay que amoldarse a las nuevas identidades, a las nuevas necesidades, teniendo normas distintas para el adecuado funcionamiento de esta”.
Sostiene que hay un rompimiento de la “imagen nuclear, dando lugar a una nueva conformación que se verá reflejada en las siguientes características: Hay cierto debilitamiento del lazo familiar. Los padres pierden su rol de educadores y de figuras de identificación únicas para sus hijos, siendo esta tarea parte de otras instituciones (escuela, club, etc.). Con esta transferencia de funciones, el sentimiento de familia como organización que permanece a lo largo del tiempo, se desvanece”.
Pacheco reafirma que la familia, progresivamente, tiene menos tiempo para la educación de los hijos. “La salida de la mujer del hogar, las tensiones de la vida moderna, los desplazamientos al lugar del trabajo, la incompatibilidad de horarios de los padres entre sí y de estos con los hijos, etc., suponen problemas añadidos; difícilmente podemos pedirles a los padres una total responsabilidad educativa durante el periodo de formación”.
Agrega que “la inestabilidad del vínculo conyugal, da lugar a un alto índice de divorcios, produciendo nuevos tipos de familias uniparentales (conformadas por uno de los padres y sus hijos, generalmente la madre) y ensambladas (nuevos matrimonios que integran los hijos de anteriores matrimonios y los hijos en común). La crisis del ‘amor maternal’. Lo que lleva a los hijos a expresar un desinterés masivo por los valores de los padres y de sí mismos, como continuadores del linaje familiar. Se pierde el interés por el matrimonio y la familia”.
De allí que se atreva a trazar “nuevos retos para la mamá en el mundo de hoy”, como el ser insustituible que es. En ese sentido parte de que ellas no pueden descuidar los espacios de reflexión acerca de la función de la familia.
“Ellas deben incrementar los factores de protección y brindar mejores oportunidades que reduzcan los factores de riesgo a los que están ahora más expuestos sus hijos; deben estar atentas y ayudar a descubrir —en este momento evolutivo de sus hijos— los riesgos, tanto físicos como emocionales, implicados en conductas referidas a sexualidad, adicciones, alimentación, violencia, entre otras”.
Pero también señala que hay que ayudarles a descubrir la importancia de la familia, como un espacio invalorable de promoción de conductas saludables, a partir de la transmisión de valores, creencias y actitudes como factores de protección.
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