La afamada actriz colombiana, exreina, escritora, entre otras facetas, Margarita Rosa de Francisco no solo sorprendió a sus fieles seguidores lectores en su más reciente columna en el diario capitalino El Tiempo, ‘De mujeres y demonios’ y que tituló ‘El violador’, sino a buena parte del país.
Ella confesó que fue violada, siendo niña, por un conductor de la familia. En el escrito, que #sinrecato reproduce a continuación dada su trascendencia, invita a seguir gritando este tipo de aberrantes hechos:
El violador
El violador en nuestro camino no es un individuo sino todo un sistema de abandonos.
Y la culpa no era mía (tenía ocho años). Ni dónde estaba (dentro de un carro). Ni cómo vestía (un vestido con canesú y cuello redondo). El violador fuiste tú, muchacho. ¿Cuántos años tendrías? Calculo que por ahí unos veinticinco. Conducías el carro de mi papá.
Siempre me llamó la atención que fueras pecoso y pelirrojo. En Cali no se veía a nadie así. “Lo que pasó” contigo no sé si me lo he inventado. Todavía me pregunto si más bien se trata de una fantasía que tuve al sentir tus ojos tan fijos sobre mí aquella tarde en que me estaba bañando en la piscina de la casa de mi tía con mi hermano y un amigo suyo.
Se te veía muy acalorado, apoyado en la baranda que rodeaba la terraza; me imagino que por eso te desabotonaste la camisa y empezaste a pasearte de un extremo al otro y a fumar.
No eras un extraño; llevabas varios meses trabajando para nosotros. Aunque hablabas poco, eras simpático, nos hacías reír; mis papás te tenían confianza, no era la primera vez que ‘nos cuidabas’.
Fue ese momento particular en la terraza lo que me hizo desconocerte; esos minutos antes de que me invitaras a darme “lecciones de manejar”. Te habías acuclillado en el borde de la piscina, y yo había nadado hacia ti después de que me hicieras una seña con el dedo para que me acercara.
¿Cómo explicar esa mezcla de miedo y gusto que me producía ser el blanco de un interés tan obstinado? Eras delgado como un bailarín. Yo iba a clases de ballet. Claro que quiero aprender a manejar.
Ya me visto. Ya me pongo las medias y los zapatos de trabilla. Ahorita la vuelvo a traer, tranquila; la voy a llevar a una calle donde no haya carros, es mejor. ¿Por qué estamos yendo tan lejos? Eh, pero si se va a poner así de nerviosa no va a aprender.
Delante de mí veo una carretera en línea recta. La vía al aeropuerto. Mi compañero dobla a la izquierda. Por fin, un camino despejado en la mitad del valle. Siéntese aquí (sobre tus piernas). Agarre el timón que yo me encargo de lo demás…
En otras ocasiones he escrito y hablado sobre esa escena, violando, a mi vez, la ley moral de la víctima y el victimario. Cuánta indefensión en el niño y la niña que fuimos ese muchacho y yo, cada uno en su tiempo.
El violador en nuestro camino no es un individuo sino todo un sistema de abandonos y de duelos desiguales encadenados unos a otros. Sigamos gritando, mujeres, si eso ayuda a desarmarlo.
'De mí abusaron cuando tenía 5 años' - Sin Recato
•5 años ago
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