Las ‘erizadas’ de la veterana actriz colombiana Amparo Grisales bien pueden situarse dentro de lo que en psicología se conoce como anclaje o anclas, término que el común de la gente asocia con el elemento que permite a las embarcaciones ‘parquearse’ en su espacio de movilidad. El asunto es así:
De acuerdo con el psicólogo Bernardo Peña Herrera, el origen de su estudio e importancia es atribuido a Iván P. Pávlov, psicólogo y fisiólogo ruso ganador del Nobel de Medicina en 1904.
“Los anclajes para Pávlov eran la asociación de un estímulo (una campanilla) a una respuesta fisiológica (salivación). Esto se producía por la asociación conductual llamada reflejo condicionado”, ilustra Peña, quien agrega que la técnica del anclaje es una de las técnicas de la Programación Neurolingüística (PNL) que ayudan a situarse en un estado emocional en concreto.
“Inconscientemente, a menudo estamos expuestos a anclajes. Por ejemplo, podemos escuchar una canción y experimentar un estado emocional determinado porque esa música nos recuerda a alguien o alguna situación. Al escuchar esas notas, nuestras emociones retornan al estado en el que estaban cuando oímos esa canción. También al oler un perfume o aroma podemos recordar algo del pasado y entrar en el mismo estado emocional que tuvimos”, manifiesta el profesional de la Psicología.
Para seguir en el tema y hacerlo más fácil de comprender, sobre todo porque tiene relación con la sexualidad, sinrecato.com elevó consulta al psicólogo y sexólogo Wilbert Durán, quien explica de entrada que los anclas son formas de generar o reproducir, en una persona, un estado emocional y este puede ser de manera física, directamente al tacto; auditiva; a través del olor, por ejemplo de un perfume; o de un sabor.
Incluso el profesional destaca que buena parte del neuromarketing de productos o servicios acude a técnicas de anclaje para mantener la fidelidad de los clientes y consumidores.
“Esto lo que hace es reproducir en la persona, una vez haya recibido el estímulo, un estado emocional puede ser eufórico, incluso puede ser tristeza porque no, necesariamente, tiene que ser algo positivo, y en el tema sexual puede producir exaltación sexual”, advierte.
A propósito de sexual, Durán señala que los clichés, los fetiches, son las cosas que suelen ser atractivas para las personas que funcionan por más básicas que sean y dan resultados en la satisfacción.
“Aquí es donde viene lo interesante cuando llevamos el ancla al área sexual y es que una persona, al recibir un estímulo, así no esté en el entorno, así no esté teniendo sexo, puede predisponerse a tener relaciones sexuales, a una subida repentina de la libido, a una alteración del deseo sexual, incluso la eyaculación, o incluso el orgasmo”.
Ante el interrogante: ¿Esto cómo es posible?, Durán manifiesta que cuando una persona es expuesta, constantemente, a un estímulo y suele generarse en un entorno que le produce un estado emocional, es fácil que, con el tiempo, por asociación, ese estado emocional vuelve a surgir en ella.
Agrega que hay personas que cuando les hablan, o les dicen cosas, en la cama suelen eyacular mucho más rápido, en el caso del hombre; mientras que en el de la mujer, si se le habla al oído, o que le acaricien ese órgano auditivo, puede provocarle un orgasmo repentino, o un cosquilleo que la va a alterar frenéticamente.
“La verdad es que, como seres humanos, generamos anclajes con facilidad y de diversas maneras porque trabajamos nuestra mente por asociación. Asociamos cosas que son buenas y malas, a momentos agradables o desagradables y repetir todo esto nos hace evocar emociones”, concluye Wilbert Durán.
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