Las personas con erotofobia ven la sexualidad como algo sucio, sostiene el psicólogo, sexólogo y terapista de parejas José Manuel González, en una de sus columnas semanales para la Revista Miércoles del periódico El Heraldo de Barranquilla y que a continuación es reproducida en el espacio mensual cedido por sinrecato.com:
“Ante cualquier situación sexual, las personas tienden a reaccionar a favor o en contra. Siente deseos de alejarse o de acercarse. Se sienten tranquilas o se angustian. Las personas en general disfrutan su sexualidad o la viven con preocupaciones, temores y estrés.
En general, las personas se ubican en una posición dentro de un continuo que va desde la erotofilia hasta la erotofobia. En el extremo de la erotofilia están las personas con actitudes, emociones y comportamientos positivos hacia la sexualidad. Son personas que disfrutan, ven la sexualidad como algo sano, saludable y por tanto se acercan a las situaciones eróticas.
En el otro extremo, la erotofobia, están las personas que ven la sexualidad como algo sucio, feo, desagradable y pecaminoso, por eso se ponen ansiosas, se sienten mal con las situaciones sexuales y tratan de evadir cualquier experiencia erótica.
Esta parte importante de la personalidad tiene que ver con varios factores. Por un lado, están las enseñanzas que recibieron en la infancia por parte de las personas que actuaron como sus padres y sus madres. En la infancia siempre aprendemos de la sexualidad, por lo que vemos (o no vemos), lo que oímos (o no escuchamos), lo que sentimos y lo que nos imaginamos.
Una niña que escucha comentarios de su madre con algunas amigas sobre las cosas “raras” que sus maridos les piden y la renuencia de ellas a vivirlas, ya está aprendiendo sobre la sexualidad. Una paciente con problemas sexuales me contaba los comentarios desagradables que escuchó a los 7 años cuando su madre conversaba sobre las actividades bucogenitales con una amiga. Las palabras “feo” y “desagradable” marcaron para ella sus actitudes adultas hacia las relaciones sexuales.
Algunos padres y madres, con buenas intenciones, no asumen su responsabilidad de informar y orientar a sus hijos e hijas sobre la sexualidad, dejándoles solamente los vagos mensajes acerca de que ese es un tema desagradable, sucio y pecaminoso.
Otras veces, las actitudes sexofóbicas vienen de observar videos pornográficos en los que se maltratan a las mujeres, asociando encuentro sexual con dolor. No olvidemos que la pornografía está hoy accesible a cualquiera que tenga un teléfono celular, una tableta o un computador. Se calcula que, a los 12 años, la mayoría de los niños y las niñas en nuestro medio ya han visto imágenes pornográficas.
A veces las escuelas o las iglesias contribuyen al mostrar solamente la faceta negativa de la sexualidad, como los embarazos no planeados o las infecciones de transmisión sexual, dejando a un lado las facetas positivas de la sexualidad en la vida de pareja estable y en la salud mental.
En el bachillerato recuerdo a un sacerdote del colegio que nos asustaba diciéndonos que si nos tocábamos los genitales podríamos verlos empequeñecer y llegar a perderlos. Así que nos recomendaba tocarlos solamente durante el baño diario, y eso, muy rápidamente.
Las actitudes ante la sexualidad, como todas las actitudes, se aprenden, pero también pueden desaprenderse y esa es la buena noticia. La sexología ha desarrollado programas y procesos que pueden llevar a que las personas sexofóbicas aprendan a ver y a vivir su sexualidad como algo bueno, constructivo, gratificante y saludable, que debe experimentarse de una forma responsable.
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