Algunas lo saborean como bombón relleno,
yo, como en tiempos de mi abuela.
Algunas son racistas y, aun así
se desvanecen en su amargo encanto.
Así es la semilla del cacao,
alma de pájaro chirrío
resonando en mis papilas gustativas,
resbalándose a cuentagotas.
Después de tostado,
triturado, molido y mezclado,
con maíz y especias que lo enaltecen
y lo hacen imponente,
queda hecho bolas
que deshago en leche,
bolas que hierven, bullen, huelen,
incita más que a mis cinco sentidos.
Este negrito de saborcillo amargo,
se hace dulce, picante, oloroso,
sin pudor, relajante, excitante,
cremoso, espeso y espumoso.
Dios me habla
en sus flores y semillas de cacao,
me cuenta que con trozos
de queso fundido
y un pedazo de pan,
¡para qué pedir más!,
si a la cima de los sabores se llega
con esta maravilla
prendida al paladar.
Poeta invitada: Dina Luz Pardo Olaya
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