Es bonito atesorar los buenos momentos, recordarlos con cariño porque son la evidencia de un pasado vivido y aprendido. Pero cuando se trata de los recuerdos que no son tan buenos, a veces, es mejor dejarlos en el olvido. Aunque también nos sirven para nuestra colección anécdotas para reírnos y burlarnos de ellos. ¡Lo pasado, pisado!
Así que le pregunté a varios valientes hombres y mujeres, si recordaban a lo largo de su vida, ¿cuál había sido su peor cita? Y hoy las compartirán #sinrecato:
Adrián, 54 años: “Nos conocimos en la universidad y la invité a la playa, la idea era pasar un ‘rato agradable’. En medio de ese ambiente romántico frente al mar, sentí unos retorcijones y mi estómago me jugó una mala pasada, le dije que ya volvía. Pero no le dije que iba al baño y resulta que me demoré más de lo debido y cuando por fin acabó mi ‘odisea’, no la encontré”.
“Empecé a preguntar por ella y cuál fue mi sorpresa que estaba llorando junto con otras personas que la estaban calmando porque según ella creyó me había ahogado en el mar, porque no aparecía. Resuelto el malentendido, después de un tiempo seguimos saliendo, pero la relación no duró mucho”.
Paulina, 40 años: “Empecé a escribirme con un tipo por Twitter y había bastante química entre nosotros. Así que después de unos meses decidimos conocernos. Me invitó a su apartamento y empezamos a hablar, una cosa llevó a la otra y cuando estábamos besándonos y tocándonos, misteriosamente sonó su celular. Y de la nada, me salió con el cuento que debía irse. La verdad me pareció tan inmaduro y de mal gusto”.
“Por supuesto, que no nos volvimos a ver y ni hablar. Yo no estaba en ese momento en un plan de novios o de relaciones serias, pero si esperaba por lo menos sinceridad”.
Víctor, 35 años: “Nos conocimos en la universidad y siempre nos gustamos, pero nunca pasó nada. Unos añitos después, nos encontramos en un centro comercial y empezamos a intercambiar números, y por fin aceptamos que nos gustábamos y era la oportunidad para dar rienda suelta a lo que sentíamos. Empezamos a salir, y el día que por fin iba a ser “suyo”, no pasó nada, el muñeco no levantó cabeza. Menos mal había química y eso no impidió que disfrutáramos el momento. Y aunque esa primera vez fue para mí un desastre. Hoy nos reímos de ese día porque el universo conspiró y hoy estamos viviendo juntos”.
Teresa, 37 años: “Estaba pasando unas vacaciones con unos primos en Bogotá, y yo solo quería rumbear y pasarla bueno. Tenía como 25 años así que yo estaba feliz, suelta de madrina y conocí a un amigo de mis primos super agradable, caballero, no me dejaba pagar nada, en fin, el hombre casi perfecto”.
“Cuando íbamos a pasar al siguiente nivel, fuimos a un hotel super lindo, champagne, fresas, rosas, mi reina para arriba, mi reina para abajo. Y cuando se calentó el momento, y el caballero desenfundo su espada, oh sorpresa, ni a navaja llegó. Quedé muda, ni podía parpadear y aunque intenté disimular, pero nada mi cara no ayudaba”.
Arturo, 48 años: “Conocí a una muchacha muy bonita y agradable en el trabajo y la invité a salir. Fuimos a comer y a bailar. Y entre trago y trago terminamos en su apartamento. Me gustaba mucho y empezó la acción, nos besamos y cuando ella se quitó su panty, sentí un olor “raro”, igual yo iba por mi objetivo, pero no fui tan valiente, no pude y la tropa se retiró”.
Victoria, 49 años: “Estaba en mis 26 y estaba despechada y acepté salir con alguien que no me gustaba, pero era la oportunidad para distraerme. Me invitó a comer, fue por mi hasta mi casa, todo iba de maravilla y llegamos a la plaza de comidas de un centro comercial. Me preguntó qué quería comer, y le dije que tenía antojo de un sándwich, hasta ahí todo perfecto.
“Cuando fuimos a pagar me dijo que él no iba a comer porque estaba lleno, que comiera yo. Me sentí algo incómoda, pero ante su insistencia nos sentamos y empecé a comer. Como el sándwich lo dividieron en dos, cuando yo empecé a comer, lo veo que coge el otro pedazo, no lo podía crear, siguió comiéndose mis papitas y el descarado tomaba gaseosa también. En un momento le dije, pero porque no pides algo y el descarado “no estoy lleno”. La verdad me dio una rabia, llegué a mi casa con hambre. Menos mal que mi mamá siempre me guardaba mi comida. Ese fue el debut y la despedida”.
Estos son recordatorios de que no siempre las citas son para disfrutarlas, sino para tener presente que las experiencias por más malas que sean también nos dejan una enseñanza o, al menos, una historia graciosa para contar #sinrecato.
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