Confieso que invoqué al príncipe azul
y quedé con el prejuicio del beso que salva
y el anhelo del rapto.
Ahora que me desplomo
entre las calenturas de mi sangre débil,
y tú no estás, y tampoco vendrás,
pienso que ninguna mujer necesitó jamás un príncipe
-otra artimaña de los relatos infantiles-
Cenicienta realmente necesitó de otra mujer.
Toda esa fuerza salvadora, protectora e incólume
venía de una buena señora.
Todavía espero demasiado,
por eso expulsé a los príncipes y a los héroes.
Me he quedado conmigo, sólo con harapos de Cenicienta.
Cuando lo necesite, sacaré de mi bolsillo al hada.
Poeta invitada: Rosa Herrera Bossio
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